lunes, 6 de junio de 2022

Notas del libro El Profeta de Kahlil Gibran



Hace unos días termine de leer este libro, que es un clásico, en lo personal nunca había leído algún libro de él, aunque se había visto una gran cantidad de citas tomadas de sus libros en varias obras de diversos autores, por eso siempre me llamo la atención leer alguno de sus ejemplares.

Siempre que estoy leyendo algún libro, voy marcando los textos que me gustan y en este caso no fue la excepción, marque varías citas y se me ocurrió presentarlas aquí tal como vienen en el libro, es por eso, por lo que las transcribí tal y como vienen en mi ejemplar electrónico.

El libro se presenta en forma que un profeta tiene una plática con los habitantes de un pueblo y estos le hacen varias preguntas y el les va dando la respuesta a cada cuestión. Espero que les agraden estos fragmentos y puedan reflexionar en cada uno de ellos.

Cuando el amor os llegue, seguidlo. Aunque sus senderos sean arduos y penosos.

El amor no tiene más deseo que realizarse.

Más si amáis y no podéis evitar tener deseos, que vuestros deseos sean estos:

Fluir y ser como el arrollo que murmura su melodía en la noche.

Conocer el dolor de la excesiva ternura.

Caer heridos por vuestro propio conocimiento del amor, y sangrar plena y alegremente.

Despertar al alba con un corazón alado y dar gracias por otro día más de amor.

 

Son los hijos y las hijas del anhelo de la vida, ansiosa por perpetuarse.

Por medio de vosotros se conciben, más no de vosotros.

Y aunque este a vuestro lado, no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor; no vuestros pensamientos: porque ellos tienen sus propios pensamientos.

 


¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por temor a necesitarlas mañana?

Y mañana, ¿qué traerá el mañana al perro previsor que entierra huesos en la arena no tocada mientras sigue a los peregrinos hacia la ciudad santa?

Y ¿qué es el temor a la necesidad sino la necesidad misma?

Cuando el pozo está lleno, ¿no es realmente el miedo a la sed una sed insaciable?

Algunos dan poco de lo mucho que tienen, y lo dan buscando el agradecimiento: ese deseo oculto convierte sus dadivas en algo sin valor.

Algunos tienen poco y lo dan todo.

Estos son los que creen en la vida y en la generosidad de la vida: su cofre nunca esta vacio.

Algunos dan con placer, y ese placer es su recompensa.

Algunos dan con dolor, y ese dolor es su bautismo.

Algunos dan y no conocen el dolor de dar, ni buscan el pacer de dar, ni lo dan concientes de la virtud de dar.

Dan como el mirto en el valle que ofrece su fragancia en el aire.

Por las manos de los que son como esos seres habla Dios, y desde el fondo de sus ojos Dios sonríe sobre el mundo.

Bueno es dar cuando os piden, pero es mejor dar antes, movidos del propio corazón.

Todo

 cuanto tenéis será dado algún día.

Dad pues ahora, para que la estación de las dadivas sea vuestra y no de vuestros herederos.

A menudo decís: Yo daría, pero sólo a quien lo merezca.

Los arboles de vuestro huerto no hablan así, ni los rebaños de vuestros campos.

Dan para poder vivir, porque guardar es morir.

Porque quien es digno de recibir sus días y sus noches merecer recibir de vosotros todo lo demás.

 

Siempre os han dicho que el trabajo es maldición, y el laboreo infortunio.

Más yo os digo que cuando trabajáis cumplís una parte del más remoto sueño de la tierra, una parte que os fue asignada a vosotros cuando el sueño nació.

Y trabajando estáis en verdad amando la vida.

Y amar a la vida mediante el trabajo es estar en intimidad con el secreto más recóndito de la vida.

Más yo os digo que en verdad la vida es oscuridad cuando no hay actividad ninguna.

Que toda actividad es ciega cuando no hay conocimiento.

Que todo conocimiento es vano cuando no hay trabajo.

Que todo trabajo es vacío cuando no hay amor.

Porque cuando trabajáis con amor estáis en armonía con vosotros mismos, y con los demás, y con Dios.

 

Porque el espíritu de la tierra no dormirá en paz sobre el viento hasta no ver satisfechas las necesidades del más pequeño de vosotros.

 

La razón y la pasión son el timón y las velas de vuestra alma navegante.

Si vuestras velas o vuestro timón se rompen, no podríais si no flotar e ir a la deriva, o quedar inmóviles en la inmensidad del mar.

Porque si la razón gobierna sola es una fuerza que limita; y la pasión desgobernada es una llama que arde hasta su propia destrucción.

Por tanto, dejad que vuestra alma exalte, alce vuestra razón hasta la altura de la pasión, para que esta pueda cantar.

Y dejadla dirigir vuestra pasión con el razonamiento, para que aquella pueda vivir en su diaria resurrección y como el ave fénix renacer de sus propias cenizas.

 

Vuestro dolor es la eclosión de la envoltura que encierra vuestro entendimiento.

 

En silencio, vuestros corazones saben los secretos de los días y de las noches.

Más vuestros oídos ansían escuchar el eco del conocimiento de vuestro corazón.

Quisierais saber en palabras lo que siempre supisteis en pensamiento.

No entréis en las profundidades de vuestro conocimiento con cayados ni sondas.

Porque el yo es un mar infinito, inconmensurable.

No digáis: He hallado la verdad, sino: He hallado una verdad.

No digáis: He encontrado la senda del alma. Decid más bien. He encontrado al alma caminando por mi senda.

Porque el alma camina por todas las sendas.

El alma no va en línea recta, ni crece como una caña.

El alma se despliega como un loto de inmensurables pétalos.

 

El maestro que pasea a la sombre del templo entre sus discípulos no da su sabiduría, sino más bien su fe y su afecto.

Si es de verdad sabio, no os obligará a que entréis en la casa de su sabiduría: os guiará solo hasta el umbral de vuestro propio espíritu.

 

Cuando encontréis a un amigo en el camino o en el mercado, dejad que el espíritu mueva vuestros labios y guie vuestra lengua.

Que la voz de vuestra voz hable al oído de su oído.

Porque su alma guardará la verdad de vuestro corazón como se guarda en la memoria el sabor del vino, cuando su color ya se ha olvidado y el vaso ya no existe.

 

Desearíais hacer del tiempo un rio y sentaros a su orilla para observar su corriente.

Sin embargo, lo infinito que hay en vosotros conoce la infinitud de la vida.

Y sabe que el ayer es solo la memoria de hoy, y el mañana el sueño del hoy.

Y que lo que en vosotros canta y piensa mora en los límites de aquel primer momento que disemino las estrellas por el espacio.

De la oración

Oráis en vuestra angustia y en vuestras necesidades; más debéis orar también en la plenitud de vuestro gozo y en vuestros días de abundancia.

La belleza

La belleza es la eternidad contemplándose en un espejo.

Y vosotros sois la eternidad y el espejo.

De la muerte

Si en verdad queréis contemplar el espíritu de la muerte, abrid de par en par vuestro corazón al cuerpo de la vida.

Porque la vida y la muerte son una, lo mismo que son uno el río y el mar.

Vuestro miedo a la muerte no es más que el temblor del pastor de pie ante el rey, cuya mano va a posarse sobre él para honrarlo.

Bajo su miedo, ¿no está jubiloso el pastor sabiendo que podrá ostentar el sello del rey?

¿No le hace más consciente de su temblor?

Porque, ¿Qué es el morir, sino entregarse desnudo al viento y fundirse con el sol?

Despedida

La niebla que al amanecer se disipa dejando sólo el rocío en los campos, se alza y se convierte en nube para volver a caer en lluvia convertida.

Y yo no he sido diferente de la niebla.

En la quietud de la noche camine por vuestras calles, y mi espíritu penetro en vuestras casas.

Y los latidos de vuestro corazón sonaron en mi corazón, y vuestro aliento lo sentí en mi rostro, y a todos os conocí.

 Gabriel Ortiz G.

Consultor de empresas

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